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La infancia y la adolescencia son etapas de la vida caracterizadas por un crecimiento y desarrollo excepcionalmente rápidos. Cuando a este periodo se suma la práctica deportiva regular, surgen nuevas exigencias metabólicas y fisiológicas.
Una nutrición adecuada es un pilar fundamental no solo para sustentar el crecimiento y la maduración fisiológica y psicosocial, sino también para optimizar el rendimiento deportivo y establecer patrones saludables a largo plazo. Abordar las particularidades nutricionales de los jóvenes deportistas es crucial para prevenir deficiencias, excesos o trastornos, garantizando un desarrollo óptimo (1–3).
¿Estamos, como profesionales de la salud, preparados para ofrecer el soporte nutricional individualizado que nuestros jóvenes deportistas necesitan para prosperar en todas las facetas de su desarrollo?
Las necesidades energéticas en niños y adolescentes deportistas son superiores en comparación con aquellos que no realizan actividad física regular. Esto se debe al incremento en el gasto energético asociado al ejercicio físico, sumado a los requerimientos propios del crecimiento y desarrollo (3–7). Estas deben ser estimadas individualmente, considerando la edad, el sexo, el estadio de maduración puberal, la velocidad de crecimiento y la frecuencia e intensidad de la actividad física. Aunque no hay recomendaciones estándar de energía para todos los grupos de edad, una aproximación puede realizarse a partir de ecuaciones de gasto energético en reposo, como las de la OMS o Schofield, ajustadas por actividad y crecimiento (3,4,8).
Recuerda que puedes repasar La Alimentación en la Infancia y la Adolescencia en nuestra guía para profesionales de la salud.
Energía
En niños y adolescentes físicamente activos, la ingesta calórica debe ajustarse individualmente, con un enfoque tanto cualitativo como cuantitativo (3,4,9).
Para actividades físicas intensas y de larga duración (más de una hora), será necesario incrementar el aporte calórico total para reponer las reservas de glucógeno y cubrir las necesidades de macro y micronutrientes, asegurando un crecimiento adecuado. Es importante, cubrir las necesidades individuales, ya que un déficit energético sostenido puede derivar en diversos problemas de salud como retardo en el crecimiento, amenorrea en mujeres, disfunción tiroidea, y mayor riesgo de lesiones óseas, en el contexto de la denominada triada de la atleta femenina o del síndrome de baja disponibilidad energética en el deporte entre otros (5,6,10).
Macronutrientes (3–5,7–10)
Micronutrientes con Mayor Demanda (3,5,7,10)
El crecimiento y el gasto energético elevado en jóvenes deportistas pueden aumentar las necesidades de diversas vitaminas y minerales. Por ello, es importante prestar atención a algunos de estos:
Otras vitaminas importantes incluyen las del complejo B (tiamina, riboflavina, niacina, B6, B12, ácido fólico) por su papel en el metabolismo energético, y vitaminas A, C, D, E implicadas en crecimiento y otros procesos celulares.
Para niños y adolescentes que practican deporte, una nutrición adecuada antes, durante y después del entrenamiento es crucial para un rendimiento óptimo, un desarrollo correcto y una recuperación efectiva.
Antes de la actividad física se recomienda consumir carbohidratos de fácil digestión, una cantidad moderada de proteínas, evitando grasas y fibras en exceso para mantener una energía estable y prevenir molestias gastrointestinales. Por ejemplo, un yogur natural con plátano a rodajas; una tostada de pan integral con queso fresco; cereales de avena con manzana o un pequeño bocadillo de pavo con fruta.
Durante el ejercicio de larga duración o alta intensidad (más de una hora), pueden ser necesarias pequeñas ingestas de alimentos de fácil digestión como fruta, yogur natural o fruta deshidratada durante las pausas, esto deberá individualizarse según necesidades específicas.
Después del entrenamiento, la prioridad es la rehidratación con agua, se recomienda beber sorbos de agua a una temperatura no demasiado fría hasta que la sensación de sed y fatiga desaparezca. Además, es fundamental reponer la energía y apoyar la recuperación muscular mediante una combinación de carbohidratos y proteínas de alta calidad, idealmente dentro de los 30-90 minutos posteriores.
Una hidratación adecuada es fundamental para el rendimiento y para evitar problemas de salud como la deshidratación.
La deshidratación leve puede deteriorar la función cognitiva y física en niños y adolescentes deportistas. En climas cálidos o durante deportes de alta intensidad, las pérdidas hídricas pueden ser significativas, especialmente en jóvenes que no han desarrollado completamente su termorregulación.
El agua debe ser la bebida de elección antes, durante y después de la actividad física. Las bebidas azucaradas, isotónicas y energéticas no están recomendadas para niños y adolescentes deportistas (4,9,13–15).
Si tienes algún paciente que requiera de recomendaciones prácticas, puedes descargarte la infografía gratuita Alimentación en el Deporte para Niños y Adolescentes y así ayudarle a comprender sus necesidades:
No está indicado el uso de ningún suplemento dietético (barritas energéticas, batidos de proteínas, multivitamínicos) en niños y adolescentes deportistas, ya que una dieta equilibrada y variada es suficiente para cubrir sus necesidades.
El uso de suplementos en deportistas jóvenes debe evaluarse con extrema cautela. Salvo situaciones clínicamente justificadas (p. ej., deficiencia de hierro, vitamina D, o trastornos de la absorción), no se recomienda su uso.
La evidencia científica desaconseja suplementos como creatina, cafeína o proteínas en polvo en menores de 18 años, salvo bajo indicación profesional, dado que la seguridad a largo plazo no está establecida.
Los jóvenes deportistas, particularmente los adolescentes, son vulnerables a ciertos riesgos nutricionales y psicosociales.
La adolescencia es una etapa vulnerable donde la imagen corporal cobra una importancia extrema, siendo influenciada por los prototipos ideales promovidos por la publicidad y los medios, lo que puede llevar a hábitos nutricionales poco saludables. La preocupación por la imagen corporal, a menudo exacerbada en el entorno deportivo, puede llevar a dietas restrictivas o combinaciones de alimentos con fines de adelgazamiento, que a su vez son un desencadenante principal de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), como la anorexia, la bulimia, la vigorexia (obsesión por un físico musculoso, a menudo con ingesta excesiva de proteínas y uso de anabolizantes/esteroides) o la ortorexia (preocupación patológica por la comida "sana" que lleva a la eliminación de grupos de alimentos). Es esencial que los profesionales de la salud y las familias estén alerta a los signos de advertencia.
Las dietas restrictivas no supervisadas pueden provocar deficiencias nutricionales importantes y son desaconsejadas en todas las etapas vitales.
¿Cómo podemos influir los profesionales de la salud en la percepción de la imagen corporal y contrarrestar la presión estética y la desinformación sobre dietas y suplementos en este colectivo vulnerable?
La nutrición deportiva en la infancia y adolescencia requiere de un enfoque personalizado, ya que es un componente esencial para el crecimiento, desarrollo, rendimiento deportivo y cimenta las bases para una vida adulta saludable.
¿Estamos, como profesionales de la salud, brindando las herramientas necesarias a esta generación de jóvenes deportistas?
Nuestro compromiso profesional en la valoración nutricional individualizada, la educación nutricional y la coordinación con un equipo multidisciplinar es clave para abordar los desafíos y riesgos propios de esta etapa.
Los profesionales de la salud debemos proporcionar promoción de un estilo de vida activo acompañado de una educación nutricional clara, interactiva y adaptada a las familias y a los propios jóvenes. Algunas estrategias son clave como: fomentar las comidas en familia para la transmisión de hábitos saludables o la coordinación con el entorno escolar y deportivo.
29 Mayo 2025
7 minutos
La infancia y la adolescencia son periodos de intenso crecimiento y desarrollo, con cambios físicos, sexuales y psicológicos significativos que imponen unas necesidades nutricionales específicas, diferentes a las de otras etapas de la vida. Una alimentación saludable durante estas etapas es un determinante fundamental de la salud a corto y largo plazo, contribuyendo a un adecuado desarrollo físico e intelectual y ayudando a prevenir enfermedades crónicas en la vida adulta (1–3).
Como profesionales de la salud, es crucial poseer conocimientos sólidos y herramientas para guiar a las familias y a los propios jóvenes hacia prácticas o hábitos alimentarios ...