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La lactancia materna es el alimento ideal para los bebés en, al menos, los 6 primeros meses de vida. Durante este periodo, es importante mantener una buena hidratación de la madre, que debe ingerir unos 2.700 ml de agua diarios como consecuencia de una mayor necesidad de agua para la producción de leche (1–3).
A partir del sexto mes de vida, la leche materna no es capaz por sí misma de cubrir los todos los requerimientos del recién nacido. Por ello se introduce la alimentación complementaria (AC), que va incluyendo progresivamente todos los grupos de alimentos en la dieta del niño, aunque la leche materna o los preparados de continuación, debería seguir aportando el 50 % de la energía en el primer año (4).
A partir de los 6 meses, el aporte de agua debe ser de 800 a 1000 ml diarios a través de alimentos y bebidas (1,2). Una adecuada hidratación ayudará a prevenir problemas de estreñimiento, además de otros que podrían desarrollarse a largo plazo, como el sobrepeso y las alteraciones en el metabolismo de la glucosa (5).
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Los profesionales de la salud deben saber que a partir de los 6 meses la lactancia materna sigue siendo ideal, si bien para las madres que no puedan o no quieran seguir con la lactancia, es en este momento cuando se introducen los preparados de continuación. La diferencia principal con los preparados (de iniciación) para lactantes es su mayor contenido de proteínas y hierro. En general deben prepararse añadiendo una medida rasa por cada 30 ml de agua (4), pero siempre es imprescindible seguir las instrucciones del fabricante.
Gráfico: recomendaciones de ingesta de agua en lactantes:
Lactantes 6 meses | 100-190 ml/kg/día |
Lactantes 6-12 meses | 800-1000 ml/día |
Lactantes 1-2 años | 1100-1200 ml/día |
Fuente: EFSA. Scientific Opinion on Dietary Reference Values for water, 2010
Para la preparación de biberones y papillas, así como para el aporte de agua, el agua mineral natural de mineralización muy débil es una buena elección, ya que no altera la composición mineral de los alimentos infantiles (2,3). Este tipo de agua contiene menos de 20 mg de sodio/litro (6) y cantidades muy bajas de flúor y nitratos (7). Además, no necesita ser hervida, ya que garantiza una pureza original (2,3).
El contenido en agua corporal se va asemejando al del adulto, constituyendo el 60 % del peso del niño. La bebida de elección en esta etapa es el agua, si bien se pueden incluir otras como zumos de frutas sin adición de azúcar para promover el consumo de líquidos (2,3), sobre todo ante necesidades aumentadas, como consecuencia de su aprendizaje o en ambientes calurosos (1,2).
Las guías para el consumo de agua después de los seis meses son menos claras que para el primer semestre de vida de un bebé.
Al cumplir seis meses, se introducen alimentos sólidos para complementar su alimentación y serán esos tipos de alimentos que coman los que afectarán las necesidades que tengan de agua.
El agua adicional puede también recibirse a través de frutas o jugos, verduras o pequeñas cantidades de agua durante las horas de comida.
Pero hay que tomar la precaución de que esos líquidos adicionales no reemplacen a la leche materna.
También hay que tener en cuenta que el agua puede reemplazar o diluir el contenido nutricional de alimentos complementarios que se consideran densos en energía, como preparado de cereales poco espesos, sopas, caldos y otros alimentos con alto contenido de agua.
Si la criatura nunca tomó biberón, no es necesario ofrecerle agua en uno. Es aconsejable que aprendan a beber como lo hacemos los adultos: en un vaso adaptado, porque todavía no tienen desarrollada una correcta coordinación óculo-manual. Por ese motivo actualmente hay en el mercado vasos específicos de aprendizaje que favorecen que el bebé aprenda beber en vaso (9).
En caso de que la criatura siga tomando biberón, será aconsejable que también se le ofrezca el agua en vasos adaptados, ya que tendrá que deshabituarse a la tetilla tarde o temprano.
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