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Este artículo revisa la evidencia científica actual sobre el papel de la nutrición en el abordaje de la hinchazón abdominal funcional, brindando pautas clínicas y recomendaciones prácticas para la intervención dietética segura y eficaz.
Introducción
En la práctica clínica diaria, la distensión abdominal, conocida comúnmente como hinchazón, constituye un motivo de consulta frecuente en atención primaria que afecta considerablemente la calidad de vida de muchos pacientes. Aunque a menudo se considera un síntoma leve y no siempre está asociada a una patología orgánica, puede comprometer significativamente la calidad de vida, el bienestar psicológico y la adherencia a patrones alimentarios saludables por lo que su abordaje requiere una mirada global e informada (1–4).
Es esencial que los profesionales de la salud comprendan la naturaleza multifactorial de este síntoma y distingan entre hinchazón funcional, transitoria y sin daño estructural, y los cuadros inflamatorios intestinales, los cuales requieren abordajes diferenciados.
Hinchazón abdominal: definición y fisiopatología (1,2,5–8)
La hinchazón abdominal se define como una sensación subjetiva de aumento del volumen abdominal, que puede o no estar acompañada de distensión objetivamente visible. Su fisiopatología incluye una combinación de:
- Acumulación de gases por fermentación colónica o aerofagia.
- Alteraciones en la percepción visceral (hipersensibilidad).
- Trastornos en la motilidad intestinal.
- Disincronía entre la musculatura abdominal y diafragmática.
- Desequilibrios en el eje intestino-cerebro
En la mayoría de los casos, la hinchazón es intermitente y/o transitoria (cede en pocas horas), no se acompaña de signos de alarma clínicos y responde favorablemente a intervenciones dietéticas, cambios en el estilo de vida y manejo del estrés.
Etiología de la distensión abdominal (1,2,4–7)
La hinchazón abdominal puede responder a múltiples factores, que conviene identificar para una intervención eficaz:
- Trastornos o alteraciones funcionales y/o orgánicas: síndrome de intestino irritable (SII), sobrecrecimiento bacteriano (SIBO), dispepsia, estreñimiento, enfermedad inflamatoria intestinal (EII), entre otros.
- Alteraciones del microbioma intestinal (disbiosis)
- Intolerancias alimentarias: lactosa, fructosa, sorbitol, sensibilidad al gluten no celíaca.
- Factores psicoemocionales como estrés y ansiedad.
- Fluctuaciones hormonales (ciclo menstrual, menopausia).
- Alteraciones musculares: diástasis abdominal, debilidad del suelo pélvico, flacidez tras parto, etc.
- Hábitos alimentarios inadecuados: ingesta rápida, exceso de azúcares, grasas, sal, bebidas carbonatadas, consumo excesivo o insuficiente de fibra, masticación deficiente, entre otros.
- Sedentarismo.
- Exceso de grasa visceral.
Intervención nutricional: evidencia y recomendaciones clínicas (1,2,5–7,9–17)
No existe una “pauta dietética única” para la hinchazón abdominal. La estrategia e intervención dietética debe adaptarse e individualizarse al perfil del paciente, considerando tanto los factores desencadenantes como los de mantenimiento y el estilo de vida del paciente.
Todos los cambios dietéticos deben estar diseñados, acompañados y supervisados por dietistas-nutricionistascualificados para evitar restricciones innecesarias, carencias, errores y/o posibles intervenciones innecesarias.
Los siguientes principios generales pueden aplicarse como guía base, con las adaptaciones necesarias en cada caso:
Fraccionamiento y organización de las comidas
- Realizar 3 comidas principales y 2 colaciones pequeñas al día.
- Evitar comidas copiosas o con alto contenido graso.
- Evitar comer justo antes de dormir.
- Mantener horarios regulares para favorecer la motilidad intestinal.
Selección y preparación de los alimentos
Evitar o moderar:
- Verduras altamente fermentables: col, coliflor, brócoli, cebolla, ajo, alcachofa.
- Legumbres mal cocidas o en exceso.
- Fibra insoluble de cereales integrales o alimentos enriquecidos con salvado.
- Almidón resistente (alimentos recalentados como arroz, pasta, patata).
- Alimentos ricos en grasas saturadas: aperitivos salados, bollería industrial, carnes rojas o carnes procesadas.
- Cocciones pesadas como fritos, rebozados, guisos o con salsas.
- Alimentos con edulcorantes artificiales tipo polioles (sorbitol, xilitol, maltitol, isomaltosa), presente en alimentos como: chicles y caramelos “sin azúcar”.
- Bebidas gaseosas, café, té en exceso, alcohol.
- Consumo de sorbitol presente en alimentos como: manzana, pera, melocotón y aguacate.
Potenciar:
- Carbohidratos de fácil digestión: arroz blanco, patata cocida, plátano, uvas.
- Productos lácteos fermentados con buena tolerancia (yogur, kéfir).
- Probióticos con respaldo clínico, como Bifidobacterium infantis 35624 y Lactobacillus plantarum (9,12–14).
- Técnicas culinarias suaves: al vapor, hervido, horno a baja temperatura.
- Introducción de fibra de forma progresiva, durante varias semanas, permitiendo la adaptación del sistema digestivo.
Conductas y hábitos alimentarios recomendados:
- Comer con tranquilidad y masticar bien cada bocado, ayuda reducir la aerofagia y mejorar la digestión desde la fase oral.
- Escuchar las señales de hambre y saciedad: evitar la sobrealimentación favorece la eficiencia digestiva y previene la distensión.
- No hablar mientras se come ni usar sorbetes.
- Evitar mascar chicle o fumar, para reducir la aerofagia
Estilo de vida y hábitos complementarios (15–17)
Los hábitos de vida son igual de importantes que la alimentación en el manejo de la hinchazón. Estas prácticas pueden mejorar significativamente los síntomas:
- Actividad física moderada de forma regular: caminar, nadar, yoga, pilates, entre otros. Pueden ayudar a mejorar la motilidad intestinal y el tono muscular abdominal.
- Mejorar la postura: especialmente tras las comidas, evitando el reposo inmediato.
- Descanso adecuado: al menos 7-8 horas de sueño de calidad por noche.
- Hidratación: al menos 1.5-2 litros de agua al día, evitando bebidas gaseosas.
- Reducción del estrés: mediante técnicas de relajación, respiración, etc.
- Evitar fumar, mascar chicle o usar pajita para beber.
Errores comunes a evitar
- Implementar dietas restrictivas sin justificación diagnóstica.
- Excluir FODMAPs sin diagnóstico funcional de SII.
- No valorar el contexto emocional ni el estrés crónico.
- Recetar probióticos sin cepas específicas ni respaldo clínico.
Rol del Profesional de la Salud y criterios de derivación
Es esencial que los profesionales sanitarios tengan la capacidad de identificar signos de alarma ante la hinchazón persistente, distinguiendo entre, causas funcionales y orgánicas de la distensión abdominal. Se debe considerar derivar a un especialista en gastroenterología cuando el síntoma se acompaña de:
- Dolor abdominal intenso o progresivo.
- Pérdida de peso involuntaria.
- Presencia de sangre en heces.
- Síntomas nocturnos o persistentes.
- Historia familiar de enfermedad digestiva.
Una vez descartadas patologías orgánicas graves, el dietista-nutricionista tiene un papel clave en la intervención personalizada, mediante:
- Educación alimentaria basada en evidencia.
- Diagnóstico nutricional y ajuste del patrón alimentario.
- Implementación de dietas de exclusión (solo si están justificadas) y reintroducción progresiva.
- Seguimiento del estado nutricional y antropométrico.
- Acompañamiento emocional en la relación con la comida.
Conclusión
El manejo de la distensión abdominal funcional requiere un enfoque clínico integrador. La evaluación nutricional individualizada, junto con cambios progresivos en el estilo de vida y el acompañamiento profesional, permite aliviar los síntomas sin recurrir a restricciones innecesarias. El papel del dietista-nutricionista es clave para garantizar intervenciones seguras, basadas en evidencia y sostenibles a largo plazo.
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